Desde hace meses en el gym ya habíamos visto al sobrino de nuestro coach. El morro llegaba siempre impecable, oliendo bonito, puntual, se ponía sus audífonos, entrenaba con ganas y se le notaba que le gustaba cuidar el cuerpo. Aunque siempre iba bien tapado con sudadera y pants guangos cuando se quitaba todo eso de encima nos dejaba ver su hermoso cuerpo trabajado… Tenía buena espalda, brazos marcados y un Culote que llamaba la atención cada que hacía sentadillas.
Entre risas decíamos que el chavo era muy presumido, siempre repitiendo que era “bien soplanucas”, como dejando claro que él no se dejaba penetrar. Pero a la vez, la forma en que nos miraba, o cómo se quedaba platicando de más después de entrenar, nos daba otra vibra.
Una noche, después de una rutina pesada, Angel se ofreció a llevarlo a su casa. En el camino la plática se calentó, el morro se reía nervioso, hasta que de pronto se dejó llevar.
Ya en privado, Angel le bajó los pantalones, y aunque al inici
